Desde muchacho sentí atracción por la música autóctona que ejecutaba el mentado violinista y compositor santeño Antonio Toñito Sáez. Cuando Dorindo y el Orgullo Santeño se estrenan en 1957, yo adolescente me escapaba para tirarle un ojo en los jardines populares santeños. Me enamoré de mi esposa en complicidad con su acordeón.